viernes, 13 de julio de 2012

leyenda urbana


LA GRINGA DEL CERRO CHILCO

 
Dentro de los pobladores de la provincia de Pacasmayo, es conocido, sobre todo a los choferes y viajeros, las diferentes versiones sobre la tan publicitada aparición de una mujer joven de tez blanca, de cabellera sumamente rubia, y una silueta sencillamente escultural, que aparecería en la penumbra de la noche en el sector denominado Cerro Chilco, ubicado en el kilómetro 665 de la Panamericana, y que fácilmente se puede pasar por ahí si se realiza un viaje con dirección al sur como encaminándose a la ciudad de Trujillo.
 
Hay diversidad de narraciones, sobre esta enigmática mujer, unas bastante antiguas pero que, han sido objeto de constantes actualizaciones.
 
Dentro de las personas de avanzada edad siempre han comentado que la mayoría de accidentes de tránsito con las secuelas de muerte, que se producen desde tiempos inmemoriales a la altura del Cerro Chilco, se debían, en gran parte, a la aparición y acciones espantadizas que origina esta misteriosa mujer que se le conoce comúnmente como la “gringa del Cerro Chilco”, y que según muchos, continua en actividad.
 
Desde niña yo siempre escuchaba que al pasar por el cerro chilco en la carretera Panamericana a muchos choferes se les presentaba “la gringa” casi al filo de la pista, extendiendo su mano en señal de querer hacer parar a algún carro para que la lleven, es decir, tratar de que le “den un aventón”. Y lo que siempre se comentaba, era que mayormente hacia su aparición cuando los hombres del volante pasaban solos y distraídos, y al parecer tenía un mayor interés en los choferes de tráileres.

Uno de los relatos más conocidos, es aquel del chofer de un tráiler, quien desconocía los misterios de la zona y que en uno de esos tantos viajes que realizaban, fue objeto de una experiencia bien desagradable.
 
Él, estaba de regreso de Salaverry e iba con dirección a la sierra Cajamarquina. Su viaje era de lo más normal posible. Por lo avanzado de la noche y con la finalidad de adelantar un buen tramo hasta su destino, decidió parar en Paiján para ingerir sus alimentos de la cena. Después de ello, decidió continuar ya sin detenerse hasta su destino.. Al acercarse ya al Cerro Chilco divisó a una joven mujer rubia, que en la berma de la pista le alzaba la mano con la finalidad que se detenga.
 
Dice que inmediatamente se le vinieron mil ideas y fantasías, hecho que lo llevo a detenerse en ese sitio, con el propósito de hacerla subir. La mujer subió, al tiempo que él sintió un pequeño escalofrío, pero pensó que era por el eminente frío de la noche. Luego trató de iniciar una conversación, pero ya casi llegaban a Pacasmayo y la mujer no le daba mucha importancia, lo único que ella le conversaba era sobre cosas y casos tenebrosos del más allá. Así llegaron al puerto, pero en un determinado momento le dijo que se bajaba a la salida de Pacasmayo casi pasando donde, en una subida que da justo frente al cementerio, le insistió “aquí bajo, aquí bajo”.
 
Él todo caballeroso y enamorador le pidió que por lo menos le dé su dirección donde vivía para luego visitarla, a lo que ella asistió, y para tener forma y algo porque llegar, le prestó su casaca, diciéndole que tratara de cubrirse por el intenso frío, y que a su regreso iría a su casa a recogerla. Ella se colocó la casaca y cruzó rápidamente la pista, ante las frases de elogio y piropos que le enviaba el enamorador chofer.
 
Ya de regreso por Pacasmayo, como no se sacaba de su mente a esa rubia mujer, con la dirección en la mano fue en busca de esa ilusión femenina. Dio con la dirección indicada, tocó la puerta, y después de unos minutos salió una señora mayor que lo atendió cortésmente. Él le preguntó por su hija, diciéndole que le había prestado su casaca y venia por ella. La señora lo quedó mirando y le dijo: “señor, usted creo que se ha equivocado, no tengo ninguna hija, la única hija que tuve falleció hace un mes en un accidente de tránsito”. Él asombrado, seguía insistiendo: “no señora anteanoche la traje en un tráiler de la salida de San Pedro”. La señora con mucha pena le hizo una invitación realmente cruel: “si no me cree, vamos en estos momentos al cementerio y le voy a señalar el lugar donde ha sido enterrada”.
 
Ambos se encaminaron hasta el cementerio, acercándose a uno de los pabellones la señora le indicó: “Allí está su cuerpo, allí figura su nombre y la fecha que ha sido enterrada”. Pero para desconcierto de ambos, en el nicho, en, estaba colgada la casaca del chofer. 
 
 

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